"Ser abuela ha sido un aprendizaje de crianza lleno de amor", yo.
Con toda honestidad
he tenido que aceptar que no sé nada de cómo criar un bebé. Como fui un caso
raro de hipogalactia permanente (baja o nula producción de leche con factores
asociados), no logré amamantar a mi hija y ante su llanto de hambre, le di
fórmula. Así que se pueden imaginar la poca ayuda o consejo que representé para
Eva cuando ella empezaba a dar de mamar.
Eso sí, soy experta en pachas
y fórmulas. Soy muy meticulosa para lavarlas y luego hervirlas. Tengo cajas
plásticas limpias y desinfectadas para guardar todo. También llevo un horario
en un pizarrón con la ayuda de mi esposo. Dave es un abuelo amoroso y funcional,
ama a Luna Belén, la cambia, la alimenta y es una gran ayuda para mí mientras trabajo.
El pizarrón con el horario de pachas y ahora de comidas también.
Debajo del mismo se encuentra la estación de pachas.
La comidita de la nena,
eso es materia aparte. No recuerdo haber preparado nada para Eva, que no
fuera puré de manzana. Yo heredé, por obra y gracia de mi mamá, a Mary, la nana
de mis sobrinos María José y Javier, super entrenada al modo de mi mamá “que
solo hay un modo de hacerlo y es hacerlo bien”.
Cuando Eva tenía 4
meses, enfermó seriamente del estómago, con vómitos y diarreas terribles y la
tuvimos que internar en un hospital. Estuvimos allí por 3 días y le hicieron un
montón de exámenes que le salían negativos. ¿Qué fue? Tal vez nunca lo
sabremos.
En fin, el día que
nos dieron el alta, Mary empezó a cuidar de ella. Le expliqué a Mary todo lo
que nos dijo el pediatra, los medicamentos que debía darle, ella leyó conmigo
los horarios de medicinas y pachas de leche de soya y agua de arroz, los pegamos
en la pared y le dije: “la dejo en tus manos, tú sabes lo que hay que hacer y
confío en ti”. “No se preocupe, seño Chiqui”, ella me respondió.
Así retomé mi vida
laboral luego de 3 días de hospital con mi hija. Al mes Eva había recuperado su
peso al cuidado de Mary. Empezó a comer papillas a los 6 meses, todas
preparadas por Mary. El pediatra de mi hija, el Dr. Penados, me dio una lista
de alimentos que yo trasladé a la nana y ella se hizo cargo. Ella me dejaba los
frasquitos de compota llenos con la papilla para que yo la alimentara el fin de
semana. El domingo, yo dejaba preparado el puré de manzana.
Mary nos salvó la
vida y permitió que yo continuara trabajando para salir adelante con Eva. Ella
crió a mi hija, sí, y fue la mejor en eso, porque aprendió de la mejor, mi
madre. Ahora, que soy abuela, le agradezco de nuevo su participación en
nuestras vidas, su ayuda, su trabajo y el cariño que le tuvo a Eva. Comprendo
la gran responsabilidad que deposité en ella cuando dejé en sus manos la vida
de mi hija, recién salida del hospital.
Ahora que soy abuela…
me da terror pensar en la siguiente papilla… jajajaja. Pero con amor se aprende
y creo que no lo hago tan mal, porque hasta el momento Luna Belén no le ha
hecho cara fea a ninguna.
Mi compota de manzana
Empezamos con manzanas cocinadas en agua con una cucharadita raza de azúcar morena, que se disuelve en el agua hirviendo y una pizca de canela en polvo (una cucharadita de azúcar morena en un litro de agua no es nada, no se preocupen). Se cocinan tapadas hasta que hiervan y luego se detapa para dejar que el agua se reduzca más o menos a la mitad.
Tratar de aplastarlas y hacerla pasar por un colador fino toma horas, yo lo intenté.
Así que puse toda la manzana en el vaso de la licuadora que solo usamos para Luna Belén. Sí, con todo y cáscara.
Se pasa por el colador fino con facilidad y todo lo que queda es la cáscasa de la manzana triturada pero que no pasa por el colador.
Tres manzanas me proporcionaron dos frasco tamaño compota de agua de manzana deliciosa, y dos frascos y medio de compota de manzana. En la foto se ve solo uno, pero el recipiente hermético contenía lo suficiente para uno y medio más.
Eres la mejor mami, abuela y cocinera para Lunita, ella y yo Te lo agradecemos tanto!
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